Gabriel y Víctor se quedaron hasta tarde en la universidad, como Gabriel le había dicho al policía; sin embargo, mintió descaradamente respecto a que su despedida fue tranquila. Caminaron al parqueadero, la noche era agradable, los dos amigos habían estado riendo y pasándola bien durante todo el día. Tal vez por eso Gabriel pero pensó que era un excelente momento para ser sincero. Estaba enamorado de Víctor, y desde hacía tanto tiempo que ya no recordaba como se sentía estar a su lado y no sentirse nervioso, con temor de que si lo miraba a los ojos el tiempo suficiente, descubriría sus sentimientos. Hoy era el día para decir la verdad, en cuanto reuniera valor, se lo diría.
Habían planeado separarse para ir a sus casas, pero entonces llegaron al carro de Víctor y él se ofreció a llevar a Gabriel a su casa
-Si, por favor -Gabriel no lo pensó dos veces.
Claro que su carro también estaba en el parqueadero, pero no quería desperdiciar la oportunidad.
-Hicimos bastante hoy, ¿no?
-Si -Gabriel buscaba las palabras para expresar lo que sentía
-Y, ¿por dónde vives?
-Ciudad Jardín, como tú
-¿Ah si? ¿Viviremos cerca?
Gabriel sonrió - Si, como a dos cuadras, ya lo habíamos hablado
-Perdón, mala memoria.
-Si, yo se
-No se por qué, siempre he sido así, y las cosas que recuerdo son
-Detalles extraños, también me dijiste
-Si, como la canción que estaba escuchando hace una semana en clase, o cómo estaba vestido hace dos meses, te lo juro, pero cosas normales, no. También me acuerdo de tus dibujos
-¿Qué?
-Si, de las cosas que dibujas en clase. Bueno, las que alcanzo a ver. Dibujas bien.
-Gracias
Entonces el carro empezó a andar lento, habían pinchado una llanta, ambos bajaron del carro para reemplazarla, y en medio del silencio de la calle vacía y los arboles a su alrededor, Gabriel decidió que era el momento.
-¿Puedo decirte algo que ojala no te parezca muy extraño?
-Claro
-Es que yo, bueno, se que no nos conocemos desde hace tanto tiempo, pero somos amigos, buenos amigos
-Mejores amigos
-¿Si, tú crees?
-Claro, es verdad que no nos conocemos tanto, pero yo creo que si
Gabriel sonrió complacido. Durante diez minutos hablaron de experiencias que habían vivido juntos, habían reemplazado la llanta, pero seguían fuera del carro, y la noche y los comentarios dulces de Víctor llenaban a Gabriel de confianza.
-Bueno, lo que quiero decir es que, te aprecio mucho
-Y yo a ti, en eso pensaba esta mañana, cuando hablaba con Naomi
-¿Con Naomi?
-Si, yo, me la encontré esta mañana y algo que me dijo me hizo pensar. También estaba con Maria José y Carolina, te hablé de ellas, ¿te acuerdas?
-Claro, que idiota
-¿Perdón?
-Que soy un idiota.
Y quizás fuera el cansancio del día, o toda la emoción que había sentido y ahora se convertía en rabia, quizás fuera el recuerdo de todos los meses en que estuvo ilusionado con la idea de algún día poder ser más que un amigo para Víctor, pero algo dentro de Gabriel se despertó y lo llamó a tomar una de las rocas que se encontraba al lado de la carretera. Era un idiota, por qué había creído que tenía una oportunidad.
-¿Qué haces?
Fueron las últimas palabras de Víctor.
La roca estrelló en su frente y lo dejo inconsciente. Y esa fue la última vez que Gabriel vio a Víctor Torres.
Rodeó el carro, abrió una puerta y sacó su maleta, luego caminó, durante varios minutos, hasta llegar a una zona concurrida. Entonces llamó un taxi, y fue a casa.
Pensó en Víctor todo el tiempo.
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